8 ½: Desde Bogotá hasta Roma.

 


Anoche vi ocho y medio de Fellini y lo que tuve fue una experiencia de contemplación. Una experiencia en la que no paraba de pensar por qué mi vida es la que me tocó y qué cosas me acercan a la historia desde mi lugar aquí en Bogotá. Ocho y medio transcurre en Roma y está protagonizada por Marcelo Mastrorianni y dirigida por Federico Fellini. Es una de las películas más aclamadas del director y trata de un director con una crisis de creatividad que intenta buscar ideas en los recuerdos de sus experiencias amorosas, mientras lo hace encuentra chispas de belleza en todo lo que ve y descubre un nuevo color que le dará sentido a su vida. Allí, toma relevancia la actuación de Marcelo, el montaje, la puesta en escena y la dirección y fotografía. Una película que imprime la visión del director y que se quedará grabada en la memoria de los fanáticos de Fellini.

Lo primero que tengo que decir es que vi la película, pero no la escuché, por lo que se podría decir que solo vi a mitad de la película y que tal vez no comprendí algunas cosas que debía escuchar. Aun así, creo que tengo buena capacidad de comprensión y una habilidad de lectura de cuerpos que me ayudaron a descifrar a problemática de la cinta, por lo que hago esta reseña sin animo de hacer un análisis profundo o cinematográfico y con la conciencia de que mi lectura es aproximada más desde un plano subjetivo que de uno que supere lo personal.

Si digo que contemplé la película es porque la película invita a eso, desde su inició con sus escenas que poco imponen una trama y más proponen la creación de un ambiente reflexivo. La primera secuencia se trata de un sueño del personaje de Marcelo. Un Marcelo subido en el techo de un carro, vestido con traje negro, con los brazos extendidos a los lados yendo hacia adelante mientras los demás se quedan estáticos. La toma pasa a una imagen de aparentemente Marcelo deambulando en el aire muy cerca de las nubes mientras alguien lo hala desde el suelo con una cuerda, y es ahí cuando Marcelo despierta y se da cuenta que estaba soñando.

La propuesta subjetiva de la película sigue da paso a un viaje por la rutina de Marcelo, él va a su trabajo habla con varias personas y luego se presenta a uno de sus amores, una mujer con quien está en su habitación y con la que parece que tiene muy buena relación, y la misma que veremos muy enferma más adelante, lo que parece una m
una película que llega a su carrera luego de mucho trabajar, obvio por eso su nombre, su octava película denota también la edad que tiene federico y tal vez por eso su preocupación por la muerte.

Además de un interés por hablar de la muerte y la vejez, lo que ya habíamos visto en La Dolce Vita, Fellini da paso a deambular por la vida de sus personajes, lo que diferencia a ocho y medio de La Dolce Vita. En la Dolce Vita seguimos a Marcelo en su relación con el mundo y por ende con las mujeres, y todo el tiempo tenemos una referencia cuento menos a la trama en cuando a que Marcelo es un hedonista que va cambiando hasta que al final se convierte en un completo fiestero y abandona por completo su vida, en cambio en ocho el camino del personaje no es tan claro y nos damos cuenta más del cambio de su entorno y de como Marcelo ve el mundo.

Ese cambio de percepción del entorno también lo relacionamos con la fiesta y el disfrute, pues parece que Federico tenía una relación con la fiesta muy importante. Ya en la Strada el personaje que interpreta la esposa de Fellini es descomplicado y se gana la vida haciendo interpretaciones de circo, y en la Dolce Vita Marcelo se cautiva con la manera loca de vivir la vida de Silvia, lo que nos dejó las grandes escenas de baile de Rock & Roll en la noche. Ahora, en ocho recuerdo dos grandes escenas de fiesta muy puntuales que definen el cambio, la escena de la pareja que copia Tarantino, que llamaré escena de baile Tarantino y la escena final de la caravana bailando. Para mí, la escena del baile Tarantino representa una mirada de Marcelo sobre el disfrute muy lejana y efímera; son solo dos personas las que bailan, y entre ellas no está incluido el personaje de Marcelo, mientras que la otra escena representa la dominación de la vida de Marcelo por la fiesta, pues es una caravana de al menos treinta personas y dura mucho más que la primera. Entonces, las escenas de bailen son una metáfora que cierran el ciclo de La historia de Marcelo en esta película, pero también hay que hablar de las decisiones técnicas.

Me parece muy importante hablar de las decisiones de Fellini al contar esta historia por que se me hace que pueden tener algo que ver con lo que quiere decir. Para empezar, la calidad de la imagen me parece inferior a la de La Dolce Vita, pues se ve que la versión que vi estaba un poco desgastada y la iluminación parecía escaza. Sabiendo eso, creo que añade algo super interesante a esta película y es los movimientos de cámara, porque en muy pocos momentos hay cámaras quietas. Muchas veces está la cámara haciendo un movimiento acercándose al personaje o siguiéndolo mientras camina, y cuando hay diálogos de Marcelo con gente del trabajo se hace el plano en uno solo y va moviéndose la cámara de un personaje a otro y dando vueltas.

Para concluir, disfruté viendo la película, contemplándola como una película única y viéndola de una manera única. Disfruté de los grandiosos planos cerrados del comienzo y de la secuencia del sueño, pero me perdí mucho en toda la mitad de la película cuando empiezan a hablar tanto los personajes. Cuando vi los hermosos planos de los personajes y no entendía que era lo que estaba pensando comencé a reflexionar sobre, vale pero esta película fue grabada hace por lo menos sesenta años, y si no puedo escuchar nada al menos es valioso el hecho de ver imágenes que unoi de los directores más reconocidos del cine italiano escogió para representar su visión del mundo, y eso me gustó. Esperaré a tener una pantalla con parlantes o a descubrir como conectarle unos audífonos para poder oír las películas, y cuando llegué ese momento espero tener ocho y medio a la mano par ver si me tiento a ponerla y descubrirla otra vez.


 

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